Friday, November 14, 2014

URBANIDAD OBLIGADA

«No salga don Mauricio, está la grande afuera» fue la frase con la que me saludó hoy por la mañana ‘Charly’, el Junior de donde resido. En efecto, a eso de las 06.25 horas las líneas 1, 2 y 5  de la red de metro, dejaron de funcionar producto de un corte de energía.

Con cierto placer bizarro, pude ver una ciudad colapsada (más de lo normal) mas autos, mas taxis, mas peatones caminando por la calle... Pero… Wow!! No todo era tan  malo. Gente adulta en la vía pública, no solo los típicos escolares que, como adultos financieramente inconclusos, les toca caminar.

Con igual morbo pude ver como los micros pasaron de su lleno normal a nivel rebalse Premium; como carabineros debió ayudar a los semáforos pues la sola alternancia del tricolor tecnológico, era insuficiente para encausar el caudal de impacientes.

Debo reconocer que disfruté ver arder Roma, sin embargo, pronto el caos dio paso a otra ciudad. Tras la emergencia, pude ver una ciudad con ciudadanos, socializando y colaborándose para resolver problemas de interés común como llegar a trabajar, como salvar a un policía de no ser atropellado mientras dirige el transito, como ayudarse a cruzar la calle sin ser ni scout ni anciana.

Hoy vi esa ciudad que aparecía ilustrada en los libros escolares de antaño, donde veías con ojos de niño, gente feliz haciendo ciudad y materializando el pacto social, lecheros, carteros, policías viviendo en esa intimidad colectiva en la que nadie vive amargado por su trabajo o sufría penurias por llegar a fin de mes. Por cierto, con ello no me refiero a Kidzania.

Vi una ciudad con más peatones en las veredas, caminantes que poco a poco fueron cambiando sus rictus refunfuñones por sonrisas, chistes, paletadas de hombro y buenos días colaborativos. Vi ciclistas mezclados con peatones y con automovilistas, sin insultarse (tanto) como de costumbre. Vi menos autistas con audífonos. Vi más automóviles con 5 pasajeros por móvil.

Al igual que para el terremoto de 2010, vi una ciudad que, mal funcionando, logró reversar consumidores en ciudadanos. Una sociedad con socios nuevamente.

¿Es la búsqueda constante de la comodidad y el rezago la que nos hace sedentarios sociales e individualistas?, ¿Es necesaria la incomodidad para que emane de nosotros lo colectivo?, ¿Es la catástrofe la que genera nuestra urbanidad obligada?, ¿Acaso la necesidad también construye voluntad positiva?

Hace un tiempo en Cochabamba y luego de presentarme entre un grupo de urbanistas, arquitectos, economistas, sociólogos y abogados entre otros ejemplares, indiqué que faltaba amor urbano por estos días y pese al asco facial de algunos y al brillo en los ojos de otros que generó tal afirmación digna de Maturana, hoy pude constatar una vez más que la ciudad, más que hecha de asfalto, se hace de voluntad, se hace de urbanidad voluntaria.


Mauricio Arnoldo Cárcamo Pino

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