«No salga don
Mauricio, está la grande afuera» fue la frase con la que me saludó hoy por la
mañana ‘Charly’, el Junior de donde resido. En efecto, a eso de las 06.25 horas
las líneas 1, 2 y 5 de la red de metro, dejaron de funcionar producto de
un corte de energía.
Con cierto
placer bizarro, pude ver una ciudad colapsada (más de lo normal) mas autos, mas
taxis, mas peatones caminando por la calle... Pero… Wow!! No todo era tan
malo. Gente adulta en la vía pública, no solo los típicos escolares que,
como adultos financieramente inconclusos, les toca caminar.
Con igual morbo
pude ver como los micros pasaron de su lleno normal a nivel rebalse Premium;
como carabineros debió ayudar a los semáforos pues la sola alternancia del
tricolor tecnológico, era insuficiente para encausar el caudal de impacientes.
Debo reconocer
que disfruté ver arder Roma, sin embargo, pronto el caos dio paso a otra
ciudad. Tras la emergencia, pude ver una ciudad con ciudadanos, socializando y
colaborándose para resolver problemas de interés común como llegar a trabajar,
como salvar a un policía de no ser atropellado mientras dirige el transito,
como ayudarse a cruzar la calle sin ser ni scout ni anciana.
Hoy vi esa
ciudad que aparecía ilustrada en los libros escolares de antaño, donde veías
con ojos de niño, gente feliz haciendo ciudad y materializando el pacto social,
lecheros, carteros, policías viviendo en esa intimidad colectiva en la que
nadie vive amargado por su trabajo o sufría penurias por llegar a fin de mes.
Por cierto, con ello no me refiero a Kidzania.
Vi una ciudad con
más peatones en las veredas, caminantes que poco a poco fueron cambiando sus
rictus refunfuñones por sonrisas, chistes, paletadas de hombro y buenos días
colaborativos. Vi ciclistas mezclados con peatones y con automovilistas, sin
insultarse (tanto) como de costumbre. Vi menos autistas con audífonos. Vi más
automóviles con 5 pasajeros por móvil.
Al igual que
para el terremoto de 2010, vi una ciudad que, mal funcionando, logró reversar
consumidores en ciudadanos. Una sociedad con socios nuevamente.
¿Es la búsqueda
constante de la comodidad y el rezago la que nos hace sedentarios sociales e
individualistas?, ¿Es necesaria la incomodidad para que emane de nosotros lo
colectivo?, ¿Es la catástrofe la que genera nuestra urbanidad obligada?, ¿Acaso
la necesidad también construye voluntad positiva?
Mauricio Arnoldo Cárcamo Pino
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