Friday, October 31, 2014

VIVIR SIN FILTRO INSTAGRAM™

Hubo una época en la que las fotos no necesitaban Instagram™ porque la vida era en si mismo Instagram™. Lo vintage no era en pro de lo kitsch sino que era la condición natural, lo cotidiano. Entonces se vivía más vinculado a la materia. Se vivía con olores, con colores y desgaste de ellos. El weathering arquitectónico envolvía naturalmente la vida como manifestación del paso del tiempo y el peso del espacio. Los sentidos no estaban en desuso aun. Merodeaban objetos viejos por doquier, puesto que lo desechable no se validaba completamente. Fue antes de la Cherry Coke incluso. La inexistencia de obsolescencia programada nos obligaba a arreglárnoslas para convivir con lo viejo, ya fuese que se tratase de sujeto, animal o cosa, tal y como dicta el bachillerato.[1]

El sweater se hacía, se usaba y se deshacía para hacer otro con la misma lana, no solo por escases de recursos, sino porque el valor default no era desechar. Lo viejo era un valor en sí mismo y asimismo, lo vintage era inherente, no un look sexy ni un filtro digital.

¿Que buscamos agregar a nuestras fotografías mediante un filtro Instagram™? ¿Buscamos agregar solo el look vintage o buscamos agregar la verdad material de una época pasada a nuestro desazonado hoy? 

Al parecer, anhelamos y valoramos el envejecimiento, esa suciedad positiva del paso del tiempo y el espacio, sin embargo, no permitimos, en lo cotidiano, que este hoy envejezca, preferimos la asepsia. Nos gusta, pero el sintetizado, no la pátina auténtica; preferimos el sucedáneo, el símbolo y la representación de la cosa que la cosa misma; mas la flor muerta que represente a la vida sobre una mesa, por sobre la flor viva en el campo que es en sí misma la vida; la actuación -como fingi-miento-, por sobre el ser y hacer genuinos… etc.

El uso de un filtro -convencionalmente hablando- supone “colar” selectivamente la imagen para conservar solo aspectos deseados de ella. Sin embargo, el filtro tipo “mascara” Instagram™, adiciona algo extra, es decir, reemplaza y/o combina la imagen real con un elemento externo para “mejorarla” y/o “enriquecerla”, dicho en simple, para “embellecerla” de acuerdo al gusto del enchulador y por cierto, agregarle otredad a lo propio de la imagen. La “belleza” de la imagen resultante está dada por lo adicionado y o en el mejor de los casos, por la fusión de ambas cosas, situación que difiere de la puesta en valor o filtrado en el sentido genuino. También es diferente a la operación de “puesta en valor” de una imagen, como ocurre, por ejemplo, con el enmarcado puesto que esto supone adicionar un borde perimetral que intensifique o ponga en valor a la imagen sin modificarla en su intimidad.

Así las cosas, si la “belleza” se consuma por la adición del filtro tipo “máscara”, se podría exponer entonces, como “objeto de belleza”, solo los filtros Instagram™ sin imagen base a la que utilitariamente mejoren. Liberarlos de la función y la labor servil de embellecedores, enchuladores, niceadores y otros hedores de imágenes “faltas de belleza” o inconclusamente bellas… ¡¡Podríamos prescindir de las fotos mismas!! y tener álbumes familiares solo de filtros Instagram™, solo almacenar lo vintage de las cosas, álbumes de pasado puro.  

También podríamos directamente tomar otra senda y permitir la entrada del envejecimiento y sus manifestaciones a nuestras vidas, otorgarle la residencia definitiva y fomentar la proliferación de instancias de demora que añejan y valorizan nuestra existencia más allá que un ruido visual en los bordes de esta. Re-vivir Instagrammente nuestras vidas, con filtros permeable-selectivos pero sin tantas mascaras que distorsionen nuestro obrar. De cualquier modo, creo que tendríamos más likes internos y por cierto, los auto-likes son los que realmente importan puesto que son siempre sin filtro.


Providencia, Santiago de Chile, 31 de octubre de 2014





[1] juego de ascendencia Boricua conocido también como Tutti frutti, ¡Mercadito!, ¡Basta!, Pi, Auto pencil, Stop, Lápiz quieto, Alto el fuego, Ensalada rusa, Chanton y parame la mano entre otros. Es un juego de lápiz y papel muy popular entre los niños y su origen se le atribuye a los europeos que llegaron a la Isla de Puerto Rico en los años 1500.

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