Hasta antes del movimiento moderno, los edificios tenían el
rol de configurantes del espacio público. Se disponían en función de conformar
el vacío cívico y donaban sus fachadas para constituir el espacio donde se daba
de facto la sociedad: calles, plazas y parques. Con el “edificio objeto” ideado
por el movimiento moderno a inicios de 1900, la arquitectura comienza a
desentenderse de lo que rodea al edificio, privilegiando el contenido interior
e individual por sobre el exterior colectivo.
Por su parte, «a mediados de los 50, Víctor Gruen, consuma
la relación entre aire acondicionado y shopping con la invención de la galería
comercial», abuela del Mall actual (KOOLHAAS, 2001) . En efecto,
adicionando al shopping; la invención del aire acondicionado (climatización),
la invención de escala mecánica (continuidad) y la eliminación de las ventanas
(interior), se inaugura el interior continuo y climatizado infinito para
comercio, espacio que hoy por hoy, no solo describe el Mall actual, sino que se
ha convertido en un paradigma sucedáneo del espacio público tradicional: El
espacio público (privado) contemporáneo. Si bien éste no le ha quitado el rol
al espacio público tradicional, a lo menos le quita ciudadanos y los reúne en
una versión más soft, al tiempo que
los convierte en consumidores.
A más de treinta años de que abriera Parque Arauco, el
concepto Mall se ha expandido por el territorio nacional con mayor o menor
éxito, habiendo casos emblemáticos de fricción social, como el bullado Mall de
Castro. En efecto, si bien estas edificaciones, vienen a materializar un plan
de expansión comercial empresarial, generan una doble convulsión social, en
tanto materializan y avasallan simultáneamente anhelos sociales.
Como edificio, el Mall tiene una tipología definida, siendo
uno de los principales problemas la relación de este objeto introvertido con
personalidad tipo y el contexto en el que se inserta. En el caso de Chillán, y ya
amainada por acostumbramiento la polvareda levantada en torno a la inauguración
de Plaza el Roble en el 96, surge nuevamente el debate respecto de la
adaptación contextual de la ampliación recientemente terminada: “llegó, un
vecino nuevo de Santiago”.
Por sobre los “debe o no debe” impuestos por la moral
económica de cada quien, cabe reflexionar respecto de la asertividad de la
propuesta y el aprendizaje que nos deja.
Tenemos, en el caso de la ampliación, un edificio que “le
lleva” de todo lo necesario para una arquitectura de revista fashion: incluye
pasarela por sobre la vía pública, incluye una fachada acristalada modulada
paramétricamente, ángulos varios, etc.; en suma, el vecino capitalino
materializa un mal relativamente endémico en el gremio de los arquitectos: la
arquitectura sexy hecha para el aplauso cool de los pares y las revistas,
situación que, centra los esfuerzos de diseño, no en los usuarios, sino que en
pavimentar con ego la carrera profesional, por cierto, se disfraza de innovación
y complicación -no complejidad- el edificio producido. Sin embargo, lo
realmente complejo es innovar yendo hacia atrás. Gestar el nexo entre lo viejo
y lo nuevo con suficiente traslapo para acompañar al usuario y la ciudad en el
paso del tiempo.
Contextualizar un edificio no se traduce en copiar y pegar
ramplonamente materiales, formas y alturas de las edificaciones contiguas,
implica más bien realizar una lectura integral, concienzuda y sensible de las
características del contexto referente y recomponerlas actualizando sus valores
socioculturales en una propuesta contemporánea: la versión nueva de lo anterior.
La lectura de elementos arquitectónicos característicos e identitarios y su reinterpretación
en un edificio de impacto y pregnancia social, es imprescindible si se tiene alguna
intención de contribuir socialmente. Materiales, tipologías, elementos
arquitectónicos de «lo chillanejo» -lo que quiera que esto sea- no
quitan “mallicidad” a un Mall, por el
contrario, lo insertan y ayudan a formar parte de la ciudad y de lo propio: el
mismo negocio, pero mejor negocio y de paso, posibilita aproximarse a que un
Mall, no sea un mal.
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